viernes, 9 de marzo de 2012

San Miguel de Allende desnudado por Spencer Tunick

Estábamos ahí, desnudas, sentadas sobre una gran roca. Sus piernas comenzaron a entrelazarse suavemente con las mías mientras nuestros cuerpos, acariciados por una suave llovizna, se unían lentamente. Sentimos el latir de nuestros corazones, al principio agitados e instantes después sosegados. Fue  hermoso, ninguna de las dos lo habíamos hecho. Nunca imaginamos que un momento tan emotivo y sensual pudiera ser capturado, sin embargo, se logró.

Después de recibir inesperadamente un correo electrónico de Spencer Tunick invitándome a participar en la instalación humana que cobraría vida en San Miguel de Allende, Guanajuato, el 3 de agosto de 2011, la emoción me invadió. Sería la segunda vez que posaría -junto a otros- para la cámara de este polémico artista nacido en 1967 en Nueva York, que desde adolescente sintió pasión por la fotografía y posteriormente por la belleza intrínseca de la figura humana.

La primera vez fue en el Zócalo de la Ciudad de México, el 6 mayo de 2007. En esa ocasión asistí con mi hermana y descubrí ahí que la perfección no radica, al menos para una mujer, en tener un cuerpo de 90-60-90, sino en la seguridad que se muestra y en la belleza del alma de cada individuo, sin importar su físico.

Cuando supe que Tunick deseaba tomar fotos de cuerpos desnudos en Teotihuacán, quise formar parte. Sin embargo, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) le ha negado el permiso.

Pensé que el fotógrafo neoyorkino  tardaría en regresar pero no fue así, gracias a TEDx 2011 “Energía Humana” -un evento que reúne a pensadores y artistas reconocidos internacionalmente-, vino a nuestro país para dar una conferencia, ocasión que Tunick aprovechó para dar rienda suelta a su creatividad.

La cita fue a las 13:30 horas en el jardín botánico El Charco del Ingenio en la periferia de San Miguel de Allende. Sin importar si veníamos de otros estados de la República o si eran estadounidenses retirados que encontraron refugio en esta emblemática ciudad, todos llegamos puntuales.

El momento había llegado. Spencer apareció acompañado por dos lindas mujeres, saludó amigablemente y dejó clara su emoción por vernos ahí, seducidos por esta aventura. Media hora más tarde todos nos dirigimos al primer escenario seleccionado por Tunick, y justo cuando algunos comenzamos a quitarnos la ropa… cató un tremendo aguacero, parecía que estábamos en un concurso de camisetas mojadas.

Nos refugiamos donde pudimos. Spencer hizo lo mismo y quienes lo acompañaban, le ayudaron a resguardar su cámara. Cuando la lluvia bajó de intensidad nos dirigimos al punto de partida. Reunidos de nueva cuenta y bajo un modesto techo de lámina, Spencer preguntó: ¿Están bien? Por lo que veo el cielo comienza a despejarse, ¿lo hacemos? Y al unísono gritamos: ¡Si, vamos a hacerlo! Aplausos, chiflidos y risas se escucharon. Todos estábamos ahí para formar parte de la instalación y no queríamos regresar a casa sin hacerlo.

Ya en el escenario número uno, Spencer dijo: “Ahora si, ya pueden quitarse la ropa”. Nos fuimos colocando al azar sobre grandes y preciosas rocas bañadas por los rayos del sol que tímidamente volvía a aparecer de entre las nubes.

Desnudarme no me causó conflicto, no sentí pena ni miedo. Éramos individuos desnudos, juntos, caminando, sonriendo, respetándonos. A nadie le importaba el cuerpo de los demás sino el de uno mismo y la hermosa fusión que con la naturaleza y el universo teníamos en ese preciso instante.

“¡Ahora acuéstense! ¡Ahora levanten las manos! ¡Miren al horizonte! ¡Qué increíble toma, muchas gracias a todos! ¡Ahora vamos al siguiente escenario!, decía Tunick a todo pulmón.

Ante la sorpresa de todos, para llegar al escenario número dos debíamos escalar unas rocas enormes y caminar por un estrecho sendero. Ascender fue muy  desafiante y divertido. Tan sólo imaginen a hombres y mujeres desnudos, en fila. Las bromas de los gringos jubilados se escuchaban y me causaban mucha risa; su ímpetu por alcanzar la cima a pesar de su edad me motivó.
La toma fue hermosa, eran casi las 4 de la tarde, el cielo estaba despejado y nosotros en un terrero donde habían crecido unas cuantas cactáceas. Tunick esperó paciente a que todos estuvieran para capturar el momento. Luego, tunick indicó que bajáramos. ¿es en serio? Gritó en inglés una señora de 60 años ¿y cómo le vamos a hacer? A lo que su marido respondió igual jajaj con muchas ganas.

La tercera toma era con puras mujeres, y para el acto había seleccionado un montículo de rocas rodeado por paredes con plantas. La fila para llegar al escenario 3 era larga pero el ánimo nunca decayó sin embargo ya a muchas nos empezaban a dolor las piernas por haber escalado al escenario dos, pero aún así nadie se rajó.

Tunick observaba los hermosos cuerpos de las mujeres participantes mientras les indicaba en qué lugar debían situarse. Cuando llegué a donde él estaba, me miró y dijo “Por favor, tú espérame aquí, debes estar adelante. Me gusta tu color de piel”. Sonreí y dije ¡Claro! ¡Qué halago! Minutos más tarde sa acercó a otra chica y dijo: “Por favor, quierk que aparezcas con ella”. Su tez era blanca y tersa, la mía morena. Fuimos el contraste.

Tunick pidió a las mujeres, que estábamos en parejas, sentarnos sobre las rocas que nos había indicado, que entrelazaramos nuestros cuerpos y que disfrutaramos el momento, así lo hicimos. No le pregunté su nombre `espués de ese tierno y erótico abrazo pero platicamos de lo increíble de la experiencia que quedó capturada en una imagen. Fue hermoso abrazar a otra mujer desnuda y poderle transmitir paz y armonía. Fuimos una misma por unos segundos ante la lente de Spencer Tunick.


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