Estábamos ahí, desnudas, sentadas sobre una gran roca. Sus piernas
comenzaron a entrelazarse suavemente con las mías mientras nuestros cuerpos,
acariciados por una suave llovizna, se unían lentamente. Sentimos el latir de
nuestros corazones, al principio agitados e instantes después sosegados. Fue hermoso, ninguna de las dos lo habíamos hecho.
Nunca imaginamos que un momento tan emotivo y sensual pudiera ser capturado,
sin embargo, se logró.
Después de recibir inesperadamente un correo electrónico de
Spencer Tunick invitándome a participar en la instalación humana que cobraría
vida en San Miguel de Allende, Guanajuato, el 3 de agosto de 2011, la emoción
me invadió. Sería la segunda vez que posaría -junto a otros- para la cámara de
este polémico artista nacido en 1967 en Nueva York, que desde adolescente
sintió pasión por la fotografía y posteriormente por la belleza intrínseca de
la figura humana.
La primera vez fue en el Zócalo de la Ciudad de México, el 6 mayo
de 2007. En esa ocasión asistí con mi hermana y descubrí ahí que la perfección
no radica, al menos para una mujer, en tener un cuerpo de 90-60-90, sino en la
seguridad que se muestra y en la belleza del alma de cada individuo, sin
importar su físico.
Cuando supe que Tunick deseaba tomar fotos de cuerpos desnudos en Teotihuacán,
quise formar parte. Sin embargo, el Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH) le ha negado el permiso.
Pensé que el fotógrafo neoyorkino tardaría en regresar pero no fue así, gracias
a TEDx 2011 “Energía Humana” -un evento que reúne a pensadores y artistas
reconocidos internacionalmente-, vino a nuestro país para dar una conferencia,
ocasión que Tunick aprovechó para dar rienda suelta a su creatividad.
La cita fue a las 13:30 horas en el jardín botánico El Charco del
Ingenio en la periferia de San Miguel de Allende. Sin importar si veníamos de
otros estados de la República o si eran estadounidenses retirados que
encontraron refugio en esta emblemática ciudad, todos llegamos puntuales.
El momento había llegado. Spencer apareció acompañado por dos
lindas mujeres, saludó amigablemente y dejó clara su emoción por vernos ahí, seducidos
por esta aventura. Media hora más tarde todos nos dirigimos al primer escenario
seleccionado por Tunick, y justo cuando algunos comenzamos a quitarnos la ropa…
cató un tremendo aguacero, parecía que estábamos en un concurso de camisetas
mojadas.
Nos refugiamos donde pudimos. Spencer hizo lo mismo y quienes lo
acompañaban, le ayudaron a resguardar su cámara. Cuando la lluvia bajó de
intensidad nos dirigimos al punto de partida. Reunidos de nueva cuenta y bajo
un modesto techo de lámina, Spencer preguntó: ¿Están bien? Por lo que veo el
cielo comienza a despejarse, ¿lo hacemos? Y al unísono gritamos: ¡Si, vamos a
hacerlo! Aplausos, chiflidos y risas se escucharon. Todos estábamos ahí para
formar parte de la instalación y no queríamos regresar a casa sin hacerlo.
Ya en el escenario número uno, Spencer dijo: “Ahora si, ya pueden
quitarse la ropa”. Nos fuimos colocando al azar sobre grandes y preciosas rocas
bañadas por los rayos del sol que tímidamente volvía a aparecer de entre las
nubes.
Desnudarme no me causó conflicto, no sentí pena ni miedo. Éramos
individuos desnudos, juntos, caminando, sonriendo, respetándonos. A nadie le
importaba el cuerpo de los demás sino el de uno mismo y la hermosa fusión que
con la naturaleza y el universo teníamos en ese preciso instante.
“¡Ahora acuéstense! ¡Ahora levanten las manos! ¡Miren al
horizonte! ¡Qué increíble toma, muchas gracias a todos! ¡Ahora vamos al
siguiente escenario!, decía Tunick a todo pulmón.
Ante la sorpresa de todos, para llegar al escenario número dos
debíamos escalar unas rocas enormes y caminar por un estrecho sendero. Ascender
fue muy desafiante y divertido. Tan sólo
imaginen a hombres y mujeres desnudos, en fila. Las bromas de los gringos jubilados
se escuchaban y me causaban mucha risa; su ímpetu por alcanzar la cima a pesar
de su edad me motivó.
La toma fue hermosa, eran casi las 4 de la tarde, el cielo estaba
despejado y nosotros en un terrero donde habían crecido unas cuantas cactáceas.
Tunick esperó paciente a que todos estuvieran para capturar el momento. Luego,
tunick indicó que bajáramos. ¿es en serio? Gritó en inglés una señora de 60
años ¿y cómo le vamos a hacer? A lo que su marido respondió igual jajaj con
muchas ganas.
La tercera toma era con puras mujeres, y para el acto había
seleccionado un montículo de rocas rodeado por paredes con plantas. La fila
para llegar al escenario 3 era larga pero el ánimo nunca decayó sin embargo ya
a muchas nos empezaban a dolor las piernas por haber escalado al escenario dos,
pero aún así nadie se rajó.
Tunick observaba los hermosos cuerpos de las mujeres participantes
mientras les indicaba en qué lugar debían situarse. Cuando llegué a donde él
estaba, me miró y dijo “Por favor, tú espérame aquí, debes estar adelante. Me
gusta tu color de piel”. Sonreí y dije ¡Claro! ¡Qué halago! Minutos más tarde
sa acercó a otra chica y dijo: “Por favor, quierk que aparezcas con ella”. Su
tez era blanca y tersa, la mía morena. Fuimos el contraste.
Tunick pidió a las mujeres, que estábamos en parejas, sentarnos
sobre las rocas que nos había indicado, que entrelazaramos nuestros cuerpos y
que disfrutaramos el momento, así lo hicimos. No le pregunté su nombre `espués
de ese tierno y erótico abrazo pero platicamos de lo increíble de la
experiencia que quedó capturada en una imagen. Fue hermoso abrazar a otra mujer
desnuda y poderle transmitir paz y armonía. Fuimos una misma por unos segundos
ante la lente de Spencer Tunick.
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