Descubriendo Londres

Llegué por la tarde a este lugar, con mi mochila al hombro y con la emoción a flor de piel a pesar de haber viajado por más de nueve horas desde la caótica Ciudad de México. Ya había leído sobre Londres y la conocía gracias a libros, revistas, películas y documentales, pero nada mejor que vivirla, sentirla y admirarla.

Edificios de arquitectura medieval, neogótica, ecléctica y modernista, glamurosas tiendas, automóviles por todas partes, semáforos parpadeando a cada instante, policías bien vestidos dirigiendo el tráfico y gente caminando con paraguas en mano, fueron algunos de los elementos de la primera fotografía que quedó registrada en mi memoria.

Aquí la llovizna está presente a lo largo del día y durante casi todo el año por su ubicación geográfica; disfrutar de los rayos del sol es toda una odisea. El frío es el rey de este terriotorio que también es dirigido por la Reina Isabel II que se resguarda en el Palacio de Buckinham admirado desde fuera por cientos de turistas día a día.

Majestuosos teatros y recintos para conciertos forman parte de la propuesta cultural de esta ciudad, que por cierto, es considerada una de las más caras del mundo. 

Hasta la cerveza es cara, alrededor de 100 pesos. Pero eso no me detuvo para tomar unos pints como aquí le llaman a los tragos que se degustan en los clásicos pubs mientras las personas se resguardan del clima, se reúnen con amigos y observan partidos del futbol.

El desayuno tradicional consiste en huevos fritos o revueltos con jamón o tocino, sobre un pan tostado, acompañado de salchichas asadas al horno y aros de cebolla, sin olvidar sus cereales con leche o el porridge (especia de papilla de avena).

Otro aspecto característico son los Double-Decker Buses, camioncitos de dos pisos color rojo pasión. ¡Y qué decir de  la Torre de Londres a orillas del río Támesis, que ha servido como inspiración para diversos artistas y para personas tan comúnes como yo, que esperan regresar algún día a esta enigmática y multicultural ciudad.