Trasladarse a un lugar por el mero gusto de hacerlo
para salir de la rutina y emprender la búsqueda de sitios desconocidos es una
de las aventuras que para mí, es de las más grandes de mi vida. Sin embargo, a
veces debido al corto tiempo que tenemos para hacer dicha actividad no
conocemos a profundidad los lugares.
Ir a un lugar con previo conocimiento de lo que se
observará, como por ejemplo, visitar las pirámides de Teotihuacán, nos sirve
para complementar nuestra travesía, pero cuando no tenemos dicha información ¿qué hacemos al estar en
ese sitio?
Los datos e historias de los
lugares están ahí, esperando a ser descubiertos, a que sus
visitantes -ya sea nacionales o extranjeros- se interesen un poco.
He aquí en donde aparecen los guías turísticos y las
personas que se encuentran en los módulos de información, como ayuda para
nutrir esas visitas que muchas veces son muy superficiales, de pisa y corre.
Por pena, miedo o simplemente porque no resulta
relevante, las personas que asisten a dichos sitios, parecen no darse cuenta de
éstos tienen una inmensa historia que puede ser transmitida por los guías
turísticos, quienes nos dan datos extras de los lugares que visitamos.
Claro que hay de guías a guías, los hay los que
cobran hasta en dólares o euros por sus servicios, lo que resulta un
impedimento para que visitantes de bajos recursos económicos puedan acceder a
ellos. Sin embargo, y aunque algunos no lo crean, hay sitios que brindan ese
servicio gratuito y que aún así la gente no lo considera.
Algunos mexicanos creen que el simple hecho de que un
espacio diga “Información turística” es sinónimo de que se les van a cobrar el
servicio, pues erróneamente creen que sólo es turista aquel que viene de otro
país, cuando la palabra remite a aquella persona que se traslada de un lugar a
otro con la finalidad de recreo y por placer de conocer diversos sitios.
Ahora bien, otro punto a considerar del por qué
algunos mexicanos no acuden a los guías es porque, según ellos, “eso ya lo
saben” pues ¿cómo no van a saber de su país? , eso es sólo para los extranjeros.
Ojalá fuera este el motivo, porque realmente los mexicanos conocemos nuestra
historia, nuestras raíces; lo cual considero lejano.
Sin embargo, aquel que tiene el valor y la curiosidad
por preguntar lo que no sabe, significa que tiene especial interés por conocer,
por descubrir lo que culturas milenarias hicieron, lo que quisieron
transmitirnos. Muy a mi pesar, parece ser que los que utilizan más los
servicios de guías son los extranjeros (mayormente europeos), que ansiosos y
por gusto, escuchan las explicaciones de los guías y preguntan lo que les
inquieta sin pena alguna, pues el preguntar es más sabio que quedarse con la
duda.
¿Cuántos personan han asistido por ejemplo a algún
sitio arqueológico sólo para “ver” que hay o para hacer una “tarea aburrida”? Creo
que pocos son lo que por iniciativa propia asisten a lugares que conservan conocimiento y que posteriormente desean
compartirlo.
Sé que no nos han instruido en las escuelas, la forma
correcta de cómo visitar los lugares, pues sólo nos obligan a asistir a ellos.
Importante sería que desde las escuelas se promoviera una forma amena a asistir
a estos magníficos sitios en los que el conocimiento, arte y misticismo
encuentran un punto de encuentro; enseñarles a los niños y a los padres que es
mejor acudir con un guía para despejar dudas. Se vale no saber, y para eso están
los guías, para ayudar.
No sólo los extranjeros pueden hacer uso de este
enorme recurso, nosotros como mexicanos lo podemos utilizar absorber un poco de
ese conocimiento, ese que no se borra tan fácil, ese que nos hace sentirnos
orgullos de nuestras raíces, ese que nos hace aprender de otras culturas, ese
que se va con nosotros hasta al final de nuestro paso por ese mundo, ese que le
podemos transmitir a las generaciones que vienen, ese que hará que nuestra
cultura viva por muchos años más y ese, el que nos hará recordar que aquí
venimos a aprender.
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