miércoles, 9 de noviembre de 2011

Guía turístico ¿amigo o enemigo?


Trasladarse a un lugar por el mero gusto de hacerlo para salir de la rutina y emprender la búsqueda de sitios desconocidos es una de las aventuras que para mí, es de las más grandes de mi vida. Sin embargo, a veces debido al corto tiempo que tenemos para hacer dicha actividad no conocemos a profundidad los lugares.
Ir a un lugar con previo conocimiento de lo que se observará, como por ejemplo, visitar las pirámides de Teotihuacán, nos sirve para complementar nuestra travesía, pero cuando no tenemos dicha información ¿qué hacemos al estar en ese sitio?
Los datos e historias de los lugares están ahí, esperando a ser descubiertos, a que sus visitantes -ya sea nacionales o extranjeros- se interesen un poco.
He aquí en donde aparecen los guías turísticos y las personas que se encuentran en los módulos de información, como ayuda para nutrir esas visitas que muchas veces son muy superficiales, de pisa y corre. 
Por pena, miedo o simplemente porque no resulta relevante, las personas que asisten a dichos sitios, parecen no darse cuenta de éstos tienen una inmensa historia que puede ser transmitida por los guías turísticos, quienes nos dan datos extras de los lugares que visitamos.
Claro que hay de guías a guías, los hay los que cobran hasta en dólares o euros por sus servicios, lo que resulta un impedimento para que visitantes de bajos recursos económicos puedan acceder a ellos. Sin embargo, y aunque algunos no lo crean, hay sitios que brindan ese servicio gratuito y que aún así la gente no lo considera.
Algunos mexicanos creen que el simple hecho de que un espacio diga “Información turística” es sinónimo de que se les van a cobrar el servicio, pues erróneamente creen que sólo es turista aquel que viene de otro país, cuando la palabra remite a aquella persona que se traslada de un lugar a otro con la finalidad de recreo y por placer de conocer diversos sitios.
Ahora bien, otro punto a considerar del por qué algunos mexicanos no acuden a los guías es porque, según ellos, “eso ya lo saben” pues ¿cómo no van a saber de su país? , eso es sólo para los extranjeros. Ojalá fuera este el motivo, porque realmente los mexicanos conocemos nuestra historia, nuestras raíces; lo cual considero lejano.
Sin embargo, aquel que tiene el valor y la curiosidad por preguntar lo que no sabe, significa que tiene especial interés por conocer, por descubrir lo que culturas milenarias hicieron, lo que quisieron transmitirnos. Muy a mi pesar, parece ser que los que utilizan más los servicios de guías son los extranjeros (mayormente europeos), que ansiosos y por gusto, escuchan las explicaciones de los guías y preguntan lo que les inquieta sin pena alguna, pues el preguntar es más sabio que quedarse con la duda.
¿Cuántos personan han asistido por ejemplo a algún sitio arqueológico sólo para “ver” que hay o para hacer una “tarea aburrida”? Creo que pocos son lo que por iniciativa propia asisten a lugares que  conservan conocimiento y que posteriormente desean compartirlo.
Sé que no nos han instruido en las escuelas, la forma correcta de cómo visitar los lugares, pues sólo nos obligan a asistir a ellos. Importante sería que desde las escuelas se promoviera una forma amena a asistir a estos magníficos sitios en los que el conocimiento, arte y misticismo encuentran un punto de encuentro; enseñarles a los niños y a los padres que es mejor acudir con un guía para despejar dudas. Se vale no saber, y para eso están los guías, para ayudar.
No sólo los extranjeros pueden hacer uso de este enorme recurso, nosotros como mexicanos lo podemos utilizar absorber un poco de ese conocimiento, ese que no se borra tan fácil, ese que nos hace sentirnos orgullos de nuestras raíces, ese que nos hace aprender de otras culturas, ese que se va con nosotros hasta al final de nuestro paso por ese mundo, ese que le podemos transmitir a las generaciones que vienen, ese que hará que nuestra cultura viva por muchos años más y ese, el que nos hará recordar que aquí venimos a aprender.

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